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CANTOS ISLEÑOS

CANTOS ISLEÑOS

ENTRE LO SINFÓNICO Y LO POPULAR

«La distinción entre lo culto y lo popular es una discusión añeja y ya de poco interés. La conclusión es clara: sólo existe la Música, con mayúsculas y está claro que el trasvase entre las diferentes maneras de entender los lenguajes expresivos es una tarea apasionante, siempre que se haga con rigor.

No es nuevo en Canarias que los músicos de formación clásica se interesen por el folklore. A todos nos viene a la memoria el trabajo de Power y sus Cantos Canarios, que constituyen un símbolo de la identidad canaria. Pero no fue el único de su época que abordó la tradición canaria para adaptarla al lenguaje sinfónico. Menos conocido, pero igual de importante es la figura de Bernardino Valle, que nos legó una exquisita revisión de aires canarios en su obra Suite Sinfónica Canaria, de 1898.

Por otra parte, han sido varios los cantantes que fueron más allá en su búsqueda de llevar los cantos populares a otro espacio estético. Juan Pulido, nacido en Gran Canaria en 1891, fue uno de los primeros isleños en convertirse en una figura internacional, capaz de interpretar un amplio repertorio que incluía obras de Chapí o Lecuona, junto con canciones populares y géneros del folklore canario como folías y malagueñas. En 1923 consigue dar el salto a Nueva York, con lo que empieza su fulgurante carrera artística cantando ópera y zarzuela en el famoso teatro Rialto de Broadway. Ya en el siglo XX, las grandes orquestas también emprenden proyectos en los que esta simbiosis alcanza grandes cotas. Al margen de los grandes nombres europeos como Manuel de Falla, Lecuona, Kodály o Bartók, en Canarias se hacen grabaciones y conciertos, con un acercamiento a los instrumentos (como el timple) y las melodías tradicionales, de la mano de autores y directores, de los que cabe destacar la figura de Víctor Pablo Pérez, al frente de la Orquesta Sinfónica de Tenerife.

Podríamos seguir con más nombres que engrosarían esta lista, interesante desde el punto de vista de la historia de la música isleña. Vaya como meras referencias a una línea de trabajo que no es incompatible con afrontar grandes repertorios sinfónicos. Y eso es lo que nos demuestra esta grabación.

Intérpretes

Desde su nacimiento, la Orquesta Sinfónica de Las Palmas ha ido creciendo como propuesta que ha sabido acercarse a un sonido canario sin renunciar un ápice al rigor y la excelencia. Con este disco, nuestra querida OSLP celebra su vigésimo cumpleaños y han elegido la senda de releer viejas melodías del folklore y la canción popular. En ellas se encierra un repaso por géneros y canciones que guardan toda su frescura, pero aderezadas con interesantes arreglos, giros melódicos y rítmicos que les otorgan un nuevo valor estético a nuestro patrimonio musical popular.

En este disco encontramos notables referencias al folklore más tradicional a Los Sorondongos canarios aparecen en dos versiones: la majorera y la lanzaroteña.  Bajo múltiples nombres se enmarca uno de los géneros más extendidos por toda el área panhispánica, que encuentra sus raíces en La gerigonza, baile popular del siglo XVI, puesto en música cifrada para vihuela de seis cuerdas por el maestro Fuenllana, en Orphenica Lyra (Sevilla 1554).

En las tres islas orientales aparece bajo el nombre de sorondongo. La versión lanzaroteña acaso sea la más popular y la menos ortodoxa, ya que fue una adaptación de José Mª Gil para su rondalla Ajey, en la que se mezclan las letras de su invención con melodías adaptadas del Rancho de Pascua de San Bartolomé, así como un desarrollo coreográfico también inventado por el bailador Marcial de León. Llamamos la atención sobre la voz “serendengue” que aparece en las versiones asturianas, y acaso arroja nueva luz sobre la etimología del género en su versión canaria, que siempre se relacionó con el zorongo andaluz.

En Algo de lo Nuestro, una composición del director de la formación, Rafael Sánchez Araña, aparecen también pasajes de los Aires de Lima de La Palma, el Arrorró (en su versión más conocida, recogida por Teobaldo Power), así como composiciones más recientes como la Isa de Candidito.

Otro aire canario que aparece por partida doble es el Baile del Vivo. Este delicioso baile de El Hierro ha servido en numerosas ocasiones como pretexto compositivo de varios solistas, grupos y formaciones. Con una posible herencia judeo sefardita, El Vivo consiste en un juego en el que la mujer va haciendo carantoñas diversas para despistar al hombre, hasta que logre tirarle el sombrero de un manotazo. Las versiones más antiguas nos traen ecos de Valentina la de Sabinosa. En esta grabación, cabe destacar la obra con arreglos de Peter Hope para timple y orquesta. Y no es la única cita timplística de la grabación, con presencia de varios timplistas y el homenaje a nuestro siempre recordado José Antonio Ramos, con su obra Chipude.

Completan el ciclo de géneros tradicionales la Malagueña, nuestra particular variante del fandango, que en Canarias se dulcificó con respecto a su original raíz andaluza (sobre todo, en las islas más occidentales), para convertirse en uno de los emblemas más importantes del folklore isleño.

No podían faltar citas concretas a la isla en la que trabaja la orquesta, con dos títulos del recurrente Néstor Álamo (Tamadaba y Sombras del Nublo), así como con la canción Gran Canaria, de Manuel R. Melián, popularizada por Los Gofiones.

Completan la grabación un popurrí sobre villancicos populares canarios y una mirada a nuestra querida Venezuela, con su Alma Llanera, de Pedro Elías Gutiérrez y Rafael Bolívar.

Este es un disco de celebración, de encuentro, con el que se pretende dar sentido universal a la identidad isleña, en el que se ha trabajado con esmero, delicadeza, corazón y rigor. Un trabajo y una trayectoria -la de la OSLP– de la que podemos sentirnos orgullosos todos los canarios.»

Benito Cabrera